jueves, 17 de abril de 2014

Requiem alla Polaca

Tenía los ojos más azules que había visto jamás y brillaban con una luz tenue, casi sin quererlo. Y su sonrisa le hacía relucir el rostro lavado por las lágrimas de toda una vida. Su pelo, aún vivo, le recordaba los años juveniles en los que todavía soñaba. Y en sus manos se podía ver el cansancio de las caricias jamás recibidas, jamás dadas.

No tomó sus pastillas esta vez y su camino se oscurecía cada vez más. Casi no sintió su ausencia por las charlas amenas que compartía, pero sus ojos llenos de insomnio revelaban lo contrario... y una sombra siempre revoloteaba en su ventana.

Sólo un día por cada año de vida le tomó contarme todo. Se enamoró al instante del cabello oscuro y los ojos grandes, de las noches infinitas en que por primera vez fuera feliz... y en menos de un mes las historias llegarían a su fin llevándose su última sonrisa de mi lado.

Sus pasos siempre rodearon abismos interminables y a tientas se apresuraba a no dejarse caer, aunque amaba el vacío que la llamaba a sus entrañas; entrañas de una madre que jamás le sirvió de hogar y vacío en las entrañas de un padre que la mató un segundo después de nacer. Ya no tendrá que sufrir más las largas tandas de golpes en el alma y en el cuerpo que la vida le propinó por 28 años ni los días y noches sin amor que la dejaron virgen de caricias y besos por encontrar siempre algún patán que sólo la quisiera robar.

Escuchó por primera vez mis conciertos, que le dediqué con emoción y vivió sus últimos días soportando con dolor cada pensamiento absurdo que su enfermedad le puso en frente. Una guerrera del dolor que no supo aguantar más, pero que al conocerme pudimos luchar juntos y enseñarnos mil cosas, a mil kilómetros de lejos.

Sobrevivió tanto tiempo que fue casi un milagro conocerla. Ahora, tal vez descansa ya sin haber recibido los abrazos que necesitó y el calor de un hogar que un día pudo encontrar aquí. Carmen vestirá de luto hoy y con ella seremos dos los únicos que verá en su entierro; los únicos que la conocimos un día y la amamos de verdad, que creímos en su luz y que la vimos apagarse poco a poco, aún sin desfallecer.

Vivirá siempre en mi alma el recuerdo de su voz de soprano que nunca escuché cantar pero que escuché reír mil veces aún cuando su corazón quería llorar. A la guerrera de la vida, que supo amar aún sin creer en nada, con Amor.

Salud! My Lady... que el Señor te guarde en su corazón.

- R.I.P -

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