jueves, 11 de octubre de 2012

Bitácora # 2

Sigo aquí, un poco más lejos de mí mismo... sentado sobre el éxito de mi fracaso total, a punto de desvanecer mis recursos hasta llegar a límite de lo que se esperaba que iba a pasar...

Con la mochila al hombro espero empezar mi día número 9420... hoy, a 4 días del día más esperado de mi vida, me siento a reflexionar un poco. No hay más que decir. La última palabra se me agotó con el tiempo.

9416 días son suficientes para llenarlo a uno de vacíos insondables. Me reportaré con quien sea cuando pueda.

¡En brazos de Dios dejo mi vida... la que no supe vivir yo!

lunes, 1 de octubre de 2012

Bitácora #1

Hasta hoy he vivido 12 616 días... y justo hoy llego al lugar al que siempre tuve que llegar desde el primer día.

Las razones, los motivos, lo que me espera y todo lo demás. Lo que nunca vi, lo que nunca supe, lo que está ante los ojos de los dioses y que para mí son sólo penumbras. Hasta hoy se ha jugado todo para dejarme justo aquí, sentado frente a mi vida y descifrando los laberintos que hay ad portas de las decisiones grandes y difíciles jamás tomadas.

Los pasos que a partir de ahora quedarán tras de mí serán las huellas repintadas de los pasos que se han predicho que debía seguir hace tiempo. Los que están en mi corazón y que a estas alturas se convierten en mi única ruta a seguir. Ya no hay vuelta atrás, porque no hay nada detrás.

A este punto, desde hace 12616 días, he venido perdiéndolo todo. Hoy, sin más a qué aferrarme, sin decir adiós, solo y con el viento en las velas, doy un paso al frente hacia mi destino y lo abrazo con temor o con la esperanza que me lleve a buen puerto. A reencontrarme con la vida que se dejó morir y renacer a la vida verdadera que merezca vivir.

Bitácora del día 12616 -

martes, 25 de septiembre de 2012

De las batallas

Hoy,después de tantos andares, recorro mis pesares con los brazos caídos, como derrotado... y ésa no era la idea.

Emprender el viaje hacia uno mismo tiene sus riesgos. Riesgos que hay que correr, pero que una vez se está en el camino, se hace difícil enfrentar. El hambre, el sueño, la ausencia, la soledad, las tristezas todas juntas, el pasado, el futuro, lo incierto, lo nuevo... cada cosa en su lugar, aunque se nos antoje fuera de sí.

Y partí hacia mi casa, mi verdadera casa. No esperé encontrarte allí. No creí que estuviera en obra negra. Siempre se piensa que todo el chiste era llegar, que ahí estaría todo listo y no sería sino vivir. ¡Já, como si fuera poco solamente vivir! Pero no es así. El terreno existe, la materia prima existe, los planos están boceteados y ahora estamos tú y yo, donde sólo había charcos de lágrimas. Me alegra que estés aquí, aunque todo lo demás se ausente, porque los sueños que se sueñan entre dos, se multiplican para llegar a ser.

Pensar en las historias que he inventado por años: del amor, de lo romántico, de la familia, de la vida y... ¿a punto de hacerse realidad se pierden las fuerzas, las esperanzas? Me faltan ánimos, empujones y todo lo demás. Pero, ¿acaso no he pasado los años empujando a los demás hacia la felicidad?
Es mi turno.

Llegó mi momento más esperado. El momento en que realmente mi vida cobra sentido por sí misma. Que no se trata de seguir a los demás. Que no se trata de andar detrás de nadie. Que no se trata de esperar que todo está bien ni que resulte. Que hay que crear lo que no existe, porque es así como llegan a existir las cosas impensables. Que si todo ha pasado para llegar hasta aquí es para este preciso momento en que ya no se trata de ver cómo logro ser dentro de los parámetros ni "ponerme los zapatos de" ni ser como... que llegó la hora de SER, porque para eso me ha preparado la vida, porque para eso me he preparado, porque ése es mi motivo, mi intención, mi camino... y emprender ese viaje es mi verdadera razón para vivir.

Me alegra estar aquí, que todo se vea gris, porque así podré pintar con mis propios colores, rehacer contornos y dibujar nuevos horizontes. Que el mundo ya no será lo mismo cuando entre, porque desde las trincheras las guerras no se libran ni se ganan y ésta es mi lucha para dejar de sobrevivir.

lunes, 3 de septiembre de 2012

¡Bah!

Hoy me retiro de la vida... de la que cargo en mis espaldas como un yugo, como un costal de reciclaje inmenso que ya no es solo una joroba sino un himalaya que lo aplasta todo.

Ésta sensación la he tenido siempre, pero hoy por fin, muertas todas las versiones de mí, me dispongo con paciencia a no dejarme poner más pesos... y boto todo por la ventana. La ventana es muy pequeña y no alcanza para darme el espacio suficiente, pero rompo paredes y le pongo todo mi empeño.
Un nuevo nombre, nuevos ojos, nuevas fuerzas, nuevos horizontes, una nueva vida me espera en algún lugar y yo debo encontrarla.

Hoy canto el réquiem de mi vida, una canción de esperanza, una canción de principios, un himno a la libertad, a la alegría, a la fraternidad... el último aliento del ser antes de morir para siempre, para dejar una señal de alerta a los futuros, a los menores, a los que vendrán. Y vine hasta donde estoy para vivir este momento. Y es que ya no se puede aprender más con el corazón seco y la sangre coagulada.

Recorrer caminos sin mirar atrás, con la mente fija en el Todopoderoso, la vista fija en el horizonte. Seré un estúpido como siempre, pero moriré feliz.

miércoles, 22 de agosto de 2012

¡A-Diós!

Larga vida al licor que hace que nos demos cuenta que la vida se ha perdido tras esperanzas fallidas, sueños extraviados y las mentes puestas a disposición del manipulador, el corazón tirado en un jardín de espinas. El vino daña el hígado, pero alimenta la visión, aunque también termine por dañarla.
Se elimina la miopía y hasta ver de cerca, adentro, se hace más claro.

Es necesario darse cuenta que la vida está partida para entender el propósito, para encontrar el lugar, para descifrar en el viento el discurso sagrado de nuestra eterna misión. Ese que se nos hace difícil de escuchar porque estamos tan felices revolcándonos entre la miseria por un poco de sexo, por unos cuantos besos y caricias, por una mirada amable... por cosas falsas que añoramos verdaderas y que por su naturaleza efímera nos matan cuando dejan de existir, unos segundos de felicidad por varios días de muerte lenta en ensoñación.

Dar la vida no es suficiente. Entregarla completa en la cruz es lo que todos esperan y luego, te critican por 2mil años por haber hecho semejante estupidez o porque fue todo un cuento y que seguiste vivo o porque manejaba una doble vida y se casó y tenía hijos... ¡Já! seguirán diciendo miles de cosas y nadie sabrá la verdad. Ésa es la naturaleza del mundo, inventarse cosas que se ajusten a lo que queremos creer. Y la verdad no existe, al menos eso quieren creer algunos y otros la defendemos.

Nada. La nada es el pan de los habitantes del mundo. Comer nada, sentir nada, amar nada, hablar nada, escuchar nada. La nada es el nuevo todo. Todo o nada, siempre es lo mismo. Un día sí, otro día no. Y siempre ser de una misma forma es errar. Ya he errado mucho tiempo y no me queda más tiempo para corregir. Es que una conducta que está tan arraigada no se puede quitar, menos si uno no quiere. Más fácil seguir quitándose la vida a pedazos y dejarse comer en la rapiña del mundo, que les encanta la carne fresca, directamente del paciente vivo y verle la sangre correr por las mejillas para bebérsela a sorbos y hacer festín y francachela.

Larga vida te da el licor cuando por una buena razón se interna en las venas y cuando las neuronas se relajan por el calorcito que produce la borrachera. ¡Cuidado con encariñarse con la sensación rota, que la vida se fermenta más rápido con alcohol en la boca!

viernes, 17 de agosto de 2012

Desde el tedio

Llovía y el frío de la madrugada se colaba entre los poros hacia el alma. Desperté. Tenía la convicción del paso del tiempo trastornada. Me senté. Recuperé la visión y la memoria. Me asusté.

Los minutos se suman en horas que construyen días y destruyen mentes. La mente del que todo tiene por hacer se apaga en movimientos aleatorios, intervalos de cordura y sinrazón. De repente, las energías disminuyen y se abre paso una niebla de muerte que lo cubre todo y desde el fondo, el espíritu inagotable trata de brotar para mantener las respiración, la luz encendida en la mirada, el aliento tibio, la sonrisa atenta. Y no es tan fácil.

Cada resonar de ecos del pasado va carcomiendo las paredes de los nuevos paisajes descubiertos, los miles de peros, los millones de contras y la esperanza con alas frágiles debilita su vuelo hacia el infinito, hacia el cielo rebosante de alegrías y tonadas dulces de ensoñación. Y es la misma historia, la misma espera, el mismo caminar cansado. 

Ahora todo pasa más rápido alrededor y más lento en el interior. Desubicado, sin foco, el hombre que busca en las caras de la gente la verdad, en su propio ser, en lo bello del mundo, se pierde la vida al no encontrar lugar. Y es que un lugar no lo define porque su identidad está en buscar. Un nómada que toma lo que hay y lo convierte desde sus entrañas en algo útil, algo trascendente, un algo de valor.

La creación dormita en las catacumbas más oscuras y la imaginación se vuelve en contra. Las pasiones, los talentos, todos los elementos de ese Yo que tanto anhelo, se vuelven cargas tan pesadas como las del propio Atlas griego. El gran Herácles vino a tentarme y yo ¡pendejo! quise cooperar.

En busca de la vida, de vivir, aquí me siento a continuar esperando que de tanto alboroto alguien se canse, sea yo o sea el otro, y todo esto nos lleve a algún lugar.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Quicena sin paga

Hay días en los que no basta con tener todas las ganas del mundo, todo el amor del mundo, todos los besos, las caricias... no basta con viajar cientos de kilómetros ni despojarse con todas tus fuerzas de los obstáculos para ser feliz. Esos días en los que la tristeza te invade como un remolino por dentro y ves todo dar vueltas en el exterior, inerte, indefenso, impotente.

Hay días en los que la esperanza se abandona como a la entrada del inframundo, en que todo lo bello se torna gris, todos las flores marchitan, los cielos llenos de nubes, las estrellas no titilan... no alcanzan los deseos ni los vientos para llevarte alto, hacia el infinito y conquistarlo todo. Esos días en los que el amor es torpe y te hace tropezar por los caminos absurdos del orgullo y todo se rompe, se desarma, se acalla.

Hay días en los que el tiempo se detiene y todo se ve distorsionado, rápido y lento, deforme, desdibujado... no sirven los intentos desesperados de alcanzar el interruptor, de darle "play" a la vida y te quedas allí mirando sentado, desanimado, en animación suspendida, como pidiendo a gritos un nuevo latir. Esos días en los que la felicidad se pone cuesta arriba y llegar a ella cansa y agita, no ves los escalones ni las piedras, solo tierra removida, resbalosa, poco firme y peligrosa con polvareda entre los ojos.

¡Hay días en los que no estás y me haces falta... y me falta todo!

jueves, 19 de julio de 2012

Facturas de viaje

Mientras tanto, en la ciudad de las oportunidades gratuitas, un hombre vestía lo mismo de siempre...
caminaba igual que siempre, amaba igual que siempre...


Sus bolsillos rotos lo delataban, la camisas de años contaban miles de historias. Las fotos de siempre... la cabeza erguida, los ánimos bajos. Sobre sus hombros los sueños de toda una vida le encorvaban siempre. Vestía los mismos colores...


Su sonrisa siempre era la misma, amplia, serena como el sonido del amanecer en el campo. Sus ojos ávidos de ver el infinito siempre lo llevaban de la mano... nunca supo caminar pisando el suelo. Volaba. Sus pies flotaban como si sus zapatos fueran los del propio Hermes, el mensajero alado. Sus brazos flacos y roídos de batallar parecían débiles, pero con ellos levantaba el universo... vestido de poemas siempre!


Sus zapatos eran los de siempre. Le ayudaban a ir y venir. Lo mismo de siempre. Arriba y abajo, a un lado, al otro... su baile era el mismo de siempre: cadencioso. Sus hombros le hacía juego de vez en cuando para evitar sentir las cargas... los movía siempre al son de una buena salsa... ¡y caminaba como si escuchara música!


Su cabello se sacudía con el viento y ¡le gustaba! Sentía la caricia del mundo, el pasar de los alientos de todos los seres vivos combinándose en armonía con el todo. El frío no lo asustaba, el calor no lo molestaba, sentir la energía fluir siempre lo emocionaba.


El mismo de siempre, en el lugar de siempre... nunca nadie supo de él tanto como yo. Atreverse a verle daba miedo, sentir su calor, todo su ser abalanzándose sobre tí con pasión, con huracanes dulces, elevándote, dejándote caer, revolcándote entre su latidos de siempre...


Lo conozco de siempre como la palma de mi mano...

sábado, 7 de julio de 2012

¡Grito de libertad!

Escribir para uno mismo es más difícil. ¡me cuesta!

Con el pasar de los tiempos, las energías puestas en tantas actividades van agotando sus recursos y ya se siente el peso de lo obsoleto, del fracaso. Mientras más se acercan las posibilidades, descubro con asombro lo tarde, lo precario de mi situación, aunque haya quienes vean mucho más.
Es fácil ver mucho más desde afuera.

No acostumbro escribir, menos públicamente, pero hoy es un asunto de pura y física necesidad. Un grito que no puedo dar, un discurso que no puedo sacar, un dolor que no me deja en paz. Cuando las lágrimas no alcanzan, cuando el pecho no para de encogerse, cuando las neuronas hacen huelga... ahí se sabe que los segundos ya superaron todas las posibilidades y que las fuerzas se están haciendo escasas.

Es una agonía constante extrañarme.

El tiempo y la distancia, la economía, la edad... tantas y tantas palabras que aprisionan el alma, que devoran la vida, que machacan las ganas... ese ruidito que aturde en lo profundo, que te dice ¡ya no más, perdiste!... el bullicio de una sociedad entera aplanando los sueños y destrozando las ansias. Estoy cansado de todo eso. Cansado de que no me mires a los ojos, que no te des cuenta quién soy, que no busques en las profundidades de mis laberintos los tesoros ocultos y las rutas prohibidas... y grito... y grito fuerte para mis adentros porque ya no hay vuelta atrás.
No tengo tranquilidad, por eso escribo...

Hace rato no escribo, hace rato no pienso, no siento... no es posible! En verdad me cuesta.

Escribir para uno mismo duele. Duele en la soledad y la frialdad del aparato que te permite abrirte al mundo, aunque no sirva más que para rumiar las tristezas y regurjitarlas de la mejor manera... o de la peor. Hay cierta libertad, cuando nadie lo lea, cuando no sean los amigos ni vecinos ni amores... libertad aparente que intento conseguir para mi propia vida recluida en la cárcel de la vejez en plenitud de la juventud. Cansado como un viejo que ha perdido mil batallas... con esperanzas de ganar uno o morir en el intento.

Escribir para uno mismo es una mierda. Cuando las conversaciones tenían sentido y valía la pena el contacto humano. Sí, humano... el ser humano es una especie en extinción! Personas derrotadas, ideas vacías y espíritus quebrados... qué tristeza caminar por las calles, salir de la burbuja un momento para ver la realidad! Quisiera abrazarlos a todos y decir: ¡Tranquilo, aquí estoy yo, no llores más en soledad! Pero quien no sabe nadar no puede lanzarse al agua a intentar salvar al que se está ahogando. Aún así lo hago.

Ahogado, pataleando con fuerza, levantando los brazos, ¡aquí estoy! Dispuesto a darlo todo una y otra vez a pesar de la penumbra que adorna mis días, inventando excusas para levantarme, para amar...

Tal vez no lo logre, tal vez mi fracaso sea inminente y rotundo... pero ¡no seré derrotado en silencio, más!