Larga vida al licor que hace que nos demos cuenta que la vida se ha perdido tras esperanzas fallidas, sueños extraviados y las mentes puestas a disposición del manipulador, el corazón tirado en un jardín de espinas. El vino daña el hígado, pero alimenta la visión, aunque también termine por dañarla.
Se elimina la miopía y hasta ver de cerca, adentro, se hace más claro.
Es necesario darse cuenta que la vida está partida para entender el propósito, para encontrar el lugar, para descifrar en el viento el discurso sagrado de nuestra eterna misión. Ese que se nos hace difícil de escuchar porque estamos tan felices revolcándonos entre la miseria por un poco de sexo, por unos cuantos besos y caricias, por una mirada amable... por cosas falsas que añoramos verdaderas y que por su naturaleza efímera nos matan cuando dejan de existir, unos segundos de felicidad por varios días de muerte lenta en ensoñación.
Dar la vida no es suficiente. Entregarla completa en la cruz es lo que todos esperan y luego, te critican por 2mil años por haber hecho semejante estupidez o porque fue todo un cuento y que seguiste vivo o porque manejaba una doble vida y se casó y tenía hijos... ¡Já! seguirán diciendo miles de cosas y nadie sabrá la verdad. Ésa es la naturaleza del mundo, inventarse cosas que se ajusten a lo que queremos creer. Y la verdad no existe, al menos eso quieren creer algunos y otros la defendemos.
Nada. La nada es el pan de los habitantes del mundo. Comer nada, sentir nada, amar nada, hablar nada, escuchar nada. La nada es el nuevo todo. Todo o nada, siempre es lo mismo. Un día sí, otro día no. Y siempre ser de una misma forma es errar. Ya he errado mucho tiempo y no me queda más tiempo para corregir. Es que una conducta que está tan arraigada no se puede quitar, menos si uno no quiere. Más fácil seguir quitándose la vida a pedazos y dejarse comer en la rapiña del mundo, que les encanta la carne fresca, directamente del paciente vivo y verle la sangre correr por las mejillas para bebérsela a sorbos y hacer festín y francachela.
Larga vida te da el licor cuando por una buena razón se interna en las venas y cuando las neuronas se relajan por el calorcito que produce la borrachera. ¡Cuidado con encariñarse con la sensación rota, que la vida se fermenta más rápido con alcohol en la boca!
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