miércoles, 22 de agosto de 2012

¡A-Diós!

Larga vida al licor que hace que nos demos cuenta que la vida se ha perdido tras esperanzas fallidas, sueños extraviados y las mentes puestas a disposición del manipulador, el corazón tirado en un jardín de espinas. El vino daña el hígado, pero alimenta la visión, aunque también termine por dañarla.
Se elimina la miopía y hasta ver de cerca, adentro, se hace más claro.

Es necesario darse cuenta que la vida está partida para entender el propósito, para encontrar el lugar, para descifrar en el viento el discurso sagrado de nuestra eterna misión. Ese que se nos hace difícil de escuchar porque estamos tan felices revolcándonos entre la miseria por un poco de sexo, por unos cuantos besos y caricias, por una mirada amable... por cosas falsas que añoramos verdaderas y que por su naturaleza efímera nos matan cuando dejan de existir, unos segundos de felicidad por varios días de muerte lenta en ensoñación.

Dar la vida no es suficiente. Entregarla completa en la cruz es lo que todos esperan y luego, te critican por 2mil años por haber hecho semejante estupidez o porque fue todo un cuento y que seguiste vivo o porque manejaba una doble vida y se casó y tenía hijos... ¡Já! seguirán diciendo miles de cosas y nadie sabrá la verdad. Ésa es la naturaleza del mundo, inventarse cosas que se ajusten a lo que queremos creer. Y la verdad no existe, al menos eso quieren creer algunos y otros la defendemos.

Nada. La nada es el pan de los habitantes del mundo. Comer nada, sentir nada, amar nada, hablar nada, escuchar nada. La nada es el nuevo todo. Todo o nada, siempre es lo mismo. Un día sí, otro día no. Y siempre ser de una misma forma es errar. Ya he errado mucho tiempo y no me queda más tiempo para corregir. Es que una conducta que está tan arraigada no se puede quitar, menos si uno no quiere. Más fácil seguir quitándose la vida a pedazos y dejarse comer en la rapiña del mundo, que les encanta la carne fresca, directamente del paciente vivo y verle la sangre correr por las mejillas para bebérsela a sorbos y hacer festín y francachela.

Larga vida te da el licor cuando por una buena razón se interna en las venas y cuando las neuronas se relajan por el calorcito que produce la borrachera. ¡Cuidado con encariñarse con la sensación rota, que la vida se fermenta más rápido con alcohol en la boca!

viernes, 17 de agosto de 2012

Desde el tedio

Llovía y el frío de la madrugada se colaba entre los poros hacia el alma. Desperté. Tenía la convicción del paso del tiempo trastornada. Me senté. Recuperé la visión y la memoria. Me asusté.

Los minutos se suman en horas que construyen días y destruyen mentes. La mente del que todo tiene por hacer se apaga en movimientos aleatorios, intervalos de cordura y sinrazón. De repente, las energías disminuyen y se abre paso una niebla de muerte que lo cubre todo y desde el fondo, el espíritu inagotable trata de brotar para mantener las respiración, la luz encendida en la mirada, el aliento tibio, la sonrisa atenta. Y no es tan fácil.

Cada resonar de ecos del pasado va carcomiendo las paredes de los nuevos paisajes descubiertos, los miles de peros, los millones de contras y la esperanza con alas frágiles debilita su vuelo hacia el infinito, hacia el cielo rebosante de alegrías y tonadas dulces de ensoñación. Y es la misma historia, la misma espera, el mismo caminar cansado. 

Ahora todo pasa más rápido alrededor y más lento en el interior. Desubicado, sin foco, el hombre que busca en las caras de la gente la verdad, en su propio ser, en lo bello del mundo, se pierde la vida al no encontrar lugar. Y es que un lugar no lo define porque su identidad está en buscar. Un nómada que toma lo que hay y lo convierte desde sus entrañas en algo útil, algo trascendente, un algo de valor.

La creación dormita en las catacumbas más oscuras y la imaginación se vuelve en contra. Las pasiones, los talentos, todos los elementos de ese Yo que tanto anhelo, se vuelven cargas tan pesadas como las del propio Atlas griego. El gran Herácles vino a tentarme y yo ¡pendejo! quise cooperar.

En busca de la vida, de vivir, aquí me siento a continuar esperando que de tanto alboroto alguien se canse, sea yo o sea el otro, y todo esto nos lleve a algún lugar.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Quicena sin paga

Hay días en los que no basta con tener todas las ganas del mundo, todo el amor del mundo, todos los besos, las caricias... no basta con viajar cientos de kilómetros ni despojarse con todas tus fuerzas de los obstáculos para ser feliz. Esos días en los que la tristeza te invade como un remolino por dentro y ves todo dar vueltas en el exterior, inerte, indefenso, impotente.

Hay días en los que la esperanza se abandona como a la entrada del inframundo, en que todo lo bello se torna gris, todos las flores marchitan, los cielos llenos de nubes, las estrellas no titilan... no alcanzan los deseos ni los vientos para llevarte alto, hacia el infinito y conquistarlo todo. Esos días en los que el amor es torpe y te hace tropezar por los caminos absurdos del orgullo y todo se rompe, se desarma, se acalla.

Hay días en los que el tiempo se detiene y todo se ve distorsionado, rápido y lento, deforme, desdibujado... no sirven los intentos desesperados de alcanzar el interruptor, de darle "play" a la vida y te quedas allí mirando sentado, desanimado, en animación suspendida, como pidiendo a gritos un nuevo latir. Esos días en los que la felicidad se pone cuesta arriba y llegar a ella cansa y agita, no ves los escalones ni las piedras, solo tierra removida, resbalosa, poco firme y peligrosa con polvareda entre los ojos.

¡Hay días en los que no estás y me haces falta... y me falta todo!