domingo, 26 de enero de 2014

Peephole

De pronto se oyó un trueno. La tierra bajo sus pies cedió. Se abrió el cielo lleno de nubes y un rayo de luz penetrante y cálido lo abrazó. Sus ojos se abrieron como nunca y qué difícil se hizo tragar. 

Una montaña virgen y salvaje se aproximaba lenta pero amenazante...

Lo que nunca quiso ver se dispuso ante sus ojos ocupando todo el horizonte. Dejó atrás todo lo que vio antes, todo lo que vería después, y centró su mirada en el espejismo naciente. Latía el corazón desesperado.

Apretó los puños, rechinó los dientes, se aferró fuerte a su silla y siguió con su actividad urgente. Esquivó el golpe aparentemente, aunque días después recibió frente al espejo la imagen sangrienta que quedó en su pecho. Le atravesó el alma una palabra, una confesión. Y un secreto se escapaba por los poros.

Ya nada volvería a ser igual...

Mientras intentaba cubrir su herida, manchó su camisa. Le queda bien el color, aunque se nota la mancha. Mueve un poco los brazos, canta un poco, se balancea un poco, pero brota y brota sangre en cada movimiento. Su mirada le empujaba un poco la astilla que desprevenidamente se clavó.

Ya no desesperaría más. Sólo se muerde los labios entre tanto y tanto. Mira a todos lados y se descubre un poco errante, un poco desorientado. Se paraliza en el acto cuando el ardor le añade al calor del día un poco del sabor del pasado. Se decide a hablar. Luego calla. Y se debate todo el día.

Deambulando por la casa espera encontrar respuestas, solo, esperando mientras calla un poco más cada día y con pieles más gruesas, continúa tapando lo que nadie puede ver.

martes, 14 de enero de 2014

Plegaria a las nubes

Probablemente tu corazón ha puesto mis últimas palabras encima de todo lo demás... y ya no hay más que hacer.
Cargo luto desde hace tanto tiempo, que ya no lo puedo dejar. No lloro, no me lamento, no lo comento pero es verdad.

Es como si de repente mi vida, la vida en la que soy feliz y hago las cosas con pulso, con calor, se me hubiera ido. Sólo me agarro fuerte todos los días para no dejarme ir. Paro un segundo a llorar y la mueca se me hace familiar. Dura un segundo no más, pero es tan condensado, tan profundo, tan... doloroso.
Nadie lo nota. Nadie lo ve. A veces el esfuerzo es enorme...

Estoy haciendo mucho más, sabes? Hay mil proyectos más, mil cosas de ésas que soñé y que siempre están en lo profundo. Y simplemente estás ahí, cada día, en cada palabra, en cada idea. Todavía, a pesar de todo, eres más que gasolina para mi corazón. Y mientras te escribo, puedo ver tu cara... tus muecas y tus frases, a veces puede que llores, otro día ignorarás todo. Me hace feliz poder recordarte, tan adentro.

Hace poco tuve un sueño: Iba caminando y vi un par de niños pequeños. Lindos, llenos de ése amor que tanto ansié en la vida y que obtuve de ti. Pero, no iban de mi mano. Alguien los llevaba delante mío. Y sonreí porque los imaginé míos. Los abracé en secreto y deseé que sus padres pudieran amarlos tanto como yo lo haría. Alguien que me vio, se sentó a mi lado, me rozó la pierna y dijo: "Yo puedo cumplir tu deseo". No la miré, porque ya no miro a las personas por miedo a encontrarte, encontrar algo más que me recuerde... Me recosté un segundo al respaldar de mi asiento y antes de pensar si quiera me volteo hacia ella y con un gesto absolutamente hondo y solemne, triste, pausado, con los ojos cerrados, suspiro: "No... no puedo. Ésa oportunidad ya pasó. Se fue". Abrí los ojos de repente y comprendí al despertar que... así sería mi vida ahora.

Voy a extrañarte todo el tiempo...

No es un dolor como los otros. No me recuerda otros dolores, no revive historias. Y aunque toda la vida me preparé para sentir un amor así... nadie te prepara para la viudez. Nada puede hacerlo. No es un dolor cualquiera. Y pienso en tus dolores... aquellos que hablamos más de una vez y que lloré contigo desde acá. Así debe sentirse. El miedo, la tristeza sin fondo, sin piso. Un sólo deseo: ser feliz otra vez. Y de repente, sé que siempre supe más de ti y ahora compartimos ésa pérdida irremediable. Y te amo más. Siempre comprendí en lo profundo de mi corazón que debía hacerte tan feliz como nunca y que debía ser eterno. No reparé en gastos, no reparé en mis propias pérdidas. Y lo haría de nuevo.

He sido de todo y me avergüenzo cada segundo de los recuerdos de toda una vida mal hecha. Y siempre tus recuerdos son intocables. El asma, las bolsas de compras, las palabras, los sonidos horribles de tu celular. Tu caminar a mi lado, tus manos sobre las mías. Conozco más de una persona que me odiaría por decirlo. Es mi media vida la que se fue contigo. Autómata y sostenido por las ideas que me alimentan, la necesidad de hacer y tu recuerdo siempre presente en mi memoria, vivo sobreviviendo en paz. Las angustias de otros tiempos ya son tan simples como caminar, aunque se me ha hecho difícil caminar por los calambres y la visión un poco borrosa. Tú entenderías y te burlarías. Y seríamos tan felices si estuvieras aquí.

Constantemente miro al cielo y pienso en ti. Luego, bajo la mirada y hago una pequeña oración. Camino unos pasos y vuelvo a mirar. Cada vez más lento mi andar y más pausada mi vida, sólo espero dejarlo todo, dar hasta la última gota de sudor, el último aliento en batalla, y con ése impulso, llegar hasta ti cuando nos encontremos en la eternidad.

Aquí estaré siempre a tu lado y tú al mío...

martes, 7 de enero de 2014

Sobrevolando

Siento una libertad aterradora corriendo por mis nervios. El viento en la cara, los pies inquietos, los brazos extendidos hacia los lados, agitado, con el corazón palpitando cual carrera de caballos.
Voy al trote. Quieto. Vuelvo a trotar.
Voy volando sobre la vida tratando de mirar con poco detalle el paisaje.
Extraño todo aunque no sea capaz de hacer más, aunque no haya reversa ni avance en las búsquedas que no entiendo de la vida.
La música se me agolpa en el corazón sin tener donde ir, sin poder salir, sin poder llegar al destinatario ideal.
Sigo temblando mientras muevo las alas. Vacío sin piso encuentro una rama frágil de tanto en tanto.
Vuelo sobre la vida con poco aleteo, planeando entre las ramas y peñascos, cruzando ríos y mares para alcanzar el horizonte.

lunes, 6 de enero de 2014

Paisajes de soledad

Así, aterrado como me siento, al son de un Rachmaninov y con olor a cigarrillo saliendo por la boca, no puedo encontrar un mejor ambiente para escribir sobre la profunda y cólica bohemia que me aturde a diario.

Que se cumple el sueño...

He renunciado poco a poco a todo, a veces por gusto, a veces por descarte, a veces por obligación... o simplemente se me ha ido yendo todo en medio del tedio que supone cada nuevo vacío. Voy ganando un peldaño más de música... y qué es la música sino un encuentro con la desnudez del yo?

Chasqueo los dedos y gruño ante los recuerdos... nch!

Me veo al espejo más gastado que de costumbre. Las canas en las ideas, las arrugas en la mirada y las manchas en el corazón. Escribo como loco con el tiempo respirándome en la nuca y los brazos cada vez más adoloridos, las piernas cada vez más dispuestas a flaquear. 

Ya las heridas no cierran...

De repente, la vida pasa todo el día frente a mí con súbitos andares de capítulos viejos y nuevos al azar. Ya no leo entre líneas. Ya no leo. Miro atrás como por inercia y siento nada: la nada que quedó, la nada que significan alegrías y tristezas. La nada que me acompaña a diario a pesar de tanto potencial por descubrir

El tiempo camina en círculos como un reloj...

Y de tanto andar sólo conmigo quedan flotantes las ideas firmes que alcancé a gestar. Ideas de música que un día quise escuchar y los movimientos torpes de mis brazos al intentar escuchar lo que sea que quieran decir. Y ya sobrepasé ése límite preciso en que el suelo debía estar sujeto a los pies. Vuelo como un pájaro a gran altura, siempre con el vértigo y el frío de las nubes pasar.

Las olas entran y se van...

Blindado y ciego, tal como debía ser, camino entre los riscos y acantilados agrestes con estandarte y promesa; un mapa viejo y una vieja carreta que va regando mi equipaje; poco alimento, nada para intercambiar, sin dinero ni ropajes caros, sólo sueños que a nadie le interesaría escuchar. Las palabras ya no se me amontonan en la boca porque poco a poco he desistido de la idea de hablar.

Gruño y chasqueo los dedos y gruño otra vez...

En pleno auge de interconexión virtual me desconecto para conectarme, porque a pesar de tanto medio para conversar, siempre terminan las mismas letras al final de mis dedos contra un teclado impersonal, que no escucha lo que digo ni le importa, como a mí, tratando de traducir mis gestos y tristezas en simples espacios blancos en la hoja del mundo, al aire o pegados de cosas que se quedan ahí, sin leer.